El
País de los Quejones
La
sociedad venezolana es innegablemente inmadura, tanto es así que se
ha mantenido incapaz en su capacidad de entender el poder de la masa,
con un poco más de comprensión sobre este peso, tendríamos la
capacidad de enfocarnos mejor a atacar nuestros problemas
prioritarios como sociedad. Uno a uno, como sociedad acumulamos
problemas, siempre culpando a los demás, a otros miembros de la
misma sociedad a la cual pertenecemos, sin darnos cuenta que nos
hemos convertido en una sociedad de quejones, donde nos quejamos de
todo a nivel macro, comenzando por quejarnos de los gobiernos de
turno, de nuestros políticos carentes de seriedad (tan inmaduros
como la sociedad porque son parte de nosotros), de los servicios
públicos, nos quejamos de los precios altos, de lo que pagamos, de
lo que no pagamos, nos quejamos de las acciones fuera de la ley de
los policías, de sus acciones dentro de la ley, de todo nos quejamos
y en el fondo no nos quejamos de nada verdaderamente importante en el
orden de prioridades de problemas de una sociedad, tenemos tantos
problemas acumulados que no comprendemos cuales debemos atacar
primero, pensamos que debemos atacar primero los problemas enormes
(como la ineficacia del gobierno) dejando de lado los problemas
pequeños, que acumulados son los que han deteriorado nuestra calidad
de vida.
Quiero
compartir una anécdota que me sucedió días atrás mientras me
desplazaba en mi bicicleta en la Avenida San Martín de mi amada
Caracas, si amada, porque amo a esta ciudad y a sus matices, la gente
en Caracas siempre esta dispuesta a colaborar, a dar una dirección a
alguien que esta extraviado, a decir la hora, a responder un buenos
día o buenas tardes de alguien que llega, pero lamentablemente
también esta habitada en su mayoría por gente que no sabe exigir
sus derechos esenciales, los que existen por sentido común, como lo
puede ser existir como individuo, transitar en libertad (a pesar de
que vivimos en dictadura), como lo hacía yo el lunes 20 de agosto de
2018, tal cual mencioné anteriormente, sobre una bicicleta. El
ciclista en una avenida de su ciudad se traslada a un promedio de 25
a 30 kilometros por hora, sorteando “obstaculos”, irregularidades
del terreno, peatones descuidados, alcantarillas, gente que maneja
sus vehículos sin considerar las leyes de transito (haciendo vueltas
en U, cruces indebidos, pasándose un semáforo, circulando contra
sentido, cruces legales sin anunciarlos mediante la luz de cruce del
vehículo, etc) e inclusive evitando ser arrollados por patrullas
conducidas por agentes pertenecientes a la Policía Nacional
Bolivariana, aunque no lo crean eso me sucedió, los mismos oficiales
encargados de cerrar el acceso a vehículos todos los domingos de 5am
a 1pm en la Avenida Boyaca (Cota Mil) para salvaguardar la vida de
las diferentes personas que van a la misma a realizar actividades
deportivas y de esparcimiento, incluidos los ciclistas, porque según
su óptica retrograda mi derecho a circular es inferior al de ellos
en la calle porque “la calle es para los carros”
y mi reclamo no podía faltar porque el sentido común a mi, cuando
circulo en un carro, no me permite arrollar a un perro, porque yo
respeto la vida del animal, ¿Cómo puede ser posible que un Policía
Nacional Bolivariano que te protege como ciclista los domingos,
irrespete tu derecho a la vida el resto de los días de la semana?
Sólo porque a él le parece que la calle es para los carros, pues no
señores, me fue imposible no gritarle adjetivos calificativos
despectivos a los policías, con la intención de forzarlos a
detenerse y lo logré, se pararon para “reclamarme” por las
groserías, por supuesto las groserías era lo mínimo que se
merecían, porque siendo autoridad no tienes derecho a menos preciar
la integridad física de un ciudadano que se esta trasladando en
bicicleta por una avenida; existe una ley obsoleta de transito, que
aunque vigente, en muchos casos es inaplicable, ¿o es que un policía
tiene derecho a arrollar a un ciudadano porque esta cruzando la calle
fuera del rayado? El hecho es que me paré, logré que los policías
se detuvieran y exigí respeto, exigí por mi, por mi integridad
física, por la integridad física de cada ciclista que transita en
esta ciudad, exigí por el derecho de cada ciudadano a transitar en
la calle, exigí porque sentí que era lo correcto, exigí porque
esos son los pequeños problemas que acumulamos como sociedad y que
poco a poco nos hunden más, exigí porque era estrictamente
necesario que quien manejaba la patrulla entendiera que el derecho a
la vida es sagrado, y que sus imprudentes acciones pueden generar
consecuencias irreversibles para la vida de otras personas, ellos
alegaban que yo tenía que quitarme porque eso no era el Tour de
Francia, yo replicaba que eso no importa, mi derecho a vivir es tan
igual al derecho que tiene a vivir un ciclista que corre en la prueba
reina del ciclismo mundial o el derecho a vivir que tiene un perro
que cruza la calle o el de un adulto mayor o el de cualquier ser vivo
y que no se trata de la ley de transito, se trata del sentido común,
nosotros los ciclistas tenemos tendencia a intentar no obstaculizar
el paso de los vehículos pero un descuido momentáneo puede generar
en quienes manejan un carro en la ciudad esa sensación de que “el
ciclista es un estorbo en su circulación”, necesitamos
exigir cosas pequeñas que modifiquen en nuestras mentes pensamientos
y sensaciones como esas, así también tenemos en nuestra mente que
sí no tenemos documentos completos “tenemos que dejar algo
pal refresco” del policía o del guardia nacional, “sí
cargas efectivo te lo puede quitar la policía” o “no
puedo cargar ese bulto de harina en el carro porque sí me paran en
una alcabala me lo quitan” tenemos que exigir las cosas
pequeñas, dejarnos de quejadera, cambiar estos pensamientos y poco a
poco forzar con nuestras acciones pequeñas, pero en masa, a que la
sociedad cambie, no podemos seguir pagando el pasaje que le de la
gana al camionetero para que él luego venda el efectivo al 200%, y a
nosotros nos lo revendan al 300%, no podemos en principio seguir
comprando el efectivo.
Yo
les puedo asegurar que esos policías que intentaron apartarme del
camino con su patrulla jamas en la vida volverán a tener un
altercado con un ciclista por culpa de una acción imprudente de su
parte, porque tienen que haber entendido en ese momento que todos
merecemos respeto y eso es un cambio positivo para la sociedad, esos
policías son un problema menos para los ciclistas, un problema
pequeño menos para la sociedad, exijamos, exijamos, exijamos, la
moralidad nos obligará a dar cada vez más.
Por
último me gustaría recibir sus opiniones sobre ¿Qué habrían hecho
ustedes y qué harán?
Luis
O. Pérez